Casa Pedregal: una joya de la arquitectura mexicana
En medio de un paisaje complejo y agreste, la magnífica obra de Luis Barragán, el arquitecto mexicano más famoso y destacado de todos los tiempos, se erige como un refugio de paz y belleza infinitas.
Luis Barragán es el único mexicano que ha recibido el premio Pritzker, galardón que es conocido como el “Nobel de la arquitectura”. Por eso, su obra y estilo han dado la vuelta al mundo, a pesar de solo haber hecho siete casas en toda su trayectoria.
Uno de estos siete proyectos residenciales es Casa Pedregal, antiguamente conocida como Casa Prieto López, la cual se ubica al suroeste de Ciudad de México. En los años cuarenta, el archiconocido muralista Diego Rivera llevó a Barragán a conocer el Pedregal de San Ángel: una zona plagada de roca volcánica en la que florecieron todo tipo de plantas, árboles y flores que conforman un escenario paradisíaco. Para el arquitecto, este descubrimiento fue determinante: necesitaba construir ahí.
El “estilo Barragán” se plasma en infinidad de detalles. En primer lugar, la paleta de color, en la que predomina el llamado “rosa mexicano”, que se encuentra con otros tonos pasteles en diferentes zonas. Cada habitación de la casa tiene su propia apuesta cromática, y una personalidad definida.
Luego, está la iluminación, que casi nunca es cenital. El talentoso arquitecto siempre tuvo especial interés en crear juegos de sombras y haces de luz, así como realzar algunos puntos con peculiar delicadeza. Se dice que, como gran admirador de la belleza femenina, siempre buscaba una iluminación que favoreciera sus formas.
Las líneas esenciales y ese sincretismo entre lo moderno y lo tradicional son otros sellos de la arquitectura de Barragán que se aprecian en esta casa. Y a pesar de la aparente simplicidad y pulcritud en las líneas, el ojo curioso puede encontrar decenas, si no cientos de pequeños detalles en espacios de arquitectura abierta, elementos de funcionalidad y mucho más.
Jardín de ensueño
Pero además de la luminosidad, los colores vibrantes y los guiños de cada rincón, Casa Barragán enamora al visitante por sus peculiares jardines. El primero, que da a la fachada externa, es más sobrio y discreto. Pero hacia adentro, como un escenario privado, el trabajo de paisajismo es, por decir lo menos, extraordinario.
Barragán pensó cuidadosamente las caprichosas formas de la piedra volcánica y les añadió valor estético entre extensiones de pastos y pequeños espacios de vegetación local. El lienzo rocoso se mezcla con el verde que se filtra, se enreda, se escapa, se salva y emerge nuevamente entre las piedras. Y todo este paisajismo escultórico que da hacia el lado privado de la casa, remata con la piscina.
El jardín original de la casa sufrió muchísimas modificaciones a través de los años. Sus primeros dueños, la familia Prieto López, cambiaron tanto los interiores como exteriores de la obra para poder acomodarla a su estilo de vida. Pero en 2013, tras una ardua negociación, el coleccionista de arte César Cervantes consigue adquirir la residencia e inicia un extenso y profundo trabajo de recuperación arquitectónica. Tanta era su admiración por el trabajo de Barragán, que Cervantes vendió gran parte de su colección de arte para concretar la compra y ejecutar la restauración.
Deleite visual
Tras algunos años de trabajo -y hasta cuarenta capas de pintura por debajo de algunas paredes-, Casa Pedregal hoy ha recuperado casi por completo su aspecto inicial. Sus espacios cálidos e íntimos, la serenidad que emana y, sobre todo, su esencia arquitectónica están ahí.
Destacan los detalles en la cocina, pintada en un rosa más pastel. Aquí, las paredes juegan con la fragua, que también es rosa. Incluso los interruptores han sido pintados del mismo tono para mimetizarlos con el cerámico. El techo en verde pistacho, apastelado, cobra todo el sentido aquí. Es una composición creativa, original, distinta; un manifiesto del magistral manejo de color que hay en toda la casa.
La cocina, al igual que las demás áreas sociales, son generosas y pensadas para una actividad continua y constante. La iluminación natural, que todo lo inunda, mantiene un espíritu acogedor al apoyarse en la materialidad y las proporciones. Volver a encontrar el estilo Barragán en esta, su obra residencial más extensa en términos de área, es un verdadero placer. Y una experiencia que ningún amante de la arquitectura y del diseño interior debería perderse cuando pase por Ciudad de México.