CIRQA: MUROS CON HISTORIA
Unido a un tradicional convento del centro histórico de Arequipa, este exclusivo hotel boutique ofrece, más que una gran vivencia hospitalaria, una memorable experiencia arquitectónica.
El corazón de la arquitectura arquipeña no son sus imponentes conventos y casonas de estilo neoclásico. Tampoco lo son los techos abovedados sostenidos por contrafuertes, sus constantes portales, los arcos, ni las ornamentadas fachadas del barroco mestizo. El verdadero núcleo de la hermosura monumental de la Ciudad Blanca tiene su origen en una piedra prehistórica formada hace más de un millón y medio de años, cuando se produjo la explosión del volcán Chachani.
El sillar o piedra de tufo volcánico es el material con el que está construido prácticamente todo el centro histórico de Arequipa. Su textura porosa, su apariencia robusta y, principalmente, su nívea blancura le han valido incontables elogios y distinciones. Y es por eso que cada construcción erigida con este material es, en sí misma, una obra de arte y un trozo de historia viva.
Conscientes de esto, los arquitectos del estudio costarricense Parq, de la mano de la diseñadora Sandra Masías, han creado una singular y fantástica propuesta en el hotel boutique Cirqa. Aprovechando la estructura de un centenario edificio conectado con el convento y monasterio de San Agustín, se ha logrado generar un entorno tradicional y moderno; rústico y elegante.
Cirqa es un espacio en el que el simple hecho de estar, nutre con conocimiento y alegra el espíritu.
Construida en el siglo XVI, tiempo de la fundación de Arequipa, esta obra de una sola planta sufrió sus últimas modificaciones importantes en 1883. Luego de esto, se ha mantenido prácticamente idéntica a través de los años.
Su carácter intangible ha sido también respetado al milímetro por el equipo del proyecto Cirqa, que se ha encargado de adaptar cuidadosamente los ambientes para conformar once espléndidas habitaciones. Algunas de ellas, incluso mantienen su techo abovedado original.
Balance perfecto
La remodelación y el interiorismo de este hotel miembro de la cadena Relais & Chateaux están llenos de detalles que configuran una atmósfera acogedora, que se siente poco pretenciosa, pero que al mismo tiempo, respira glamour. Para enriquecer la materialidad del sillar, se ha utilizado otras variedades de piedra -como la Talamoye, también de origen volcánico-, así como ]madera, ladrillo rococho y acero corten. En el mobiliario y otros elementos del styling, las fibras, pieles y yutes armonizan el conjunto con el toque orgánico y natural.
La paleta de color, a su vez, redondea el concepto creando contraste e integración en paralelo. El blanco cenizo del sillar resalta con la carpintería metálica negra, la sencillez del yute color caramelo, el pino envejecido y las mantas de alpaca. En la decoración destacan los ocres, beiges, marrones, tonos crudos y, por supuesto, nuevamente el blanco.
El resultado no deja de sentirse muy artesanal. Aquí, los acabados que no requieren perfección para verse exquisitos. Quizás el restaurante -con sus sofás Chesterfield aterciopelados y las arañas de cristal envueltas en cinturones de fierro negro- logra transportar por un instante al visitante a otra dimensión, mucho más suntuosa y sensorial. Pero nada rompe con lo anterior, tan solo complementa el entorno y estimula el disfrute.
Dormir en un monumento
Después de apreciar toda la elegante sencillez de las áreas sociales, llega el momento de centrarse en las verdaderas protagonistas del hotel: las habitaciones. En ellas, se combinan la larga historia y tradición del edificio, con delicados y vibrantes matices contemporáneos.
La arquitectura interior es verdaderamente única, fascina y desconcierta en un solo golpe de vista. Los techos altos, las bóvedas coronadas por ladrillo rococho, y los acentos de color son apenas una parte. La bañera colocada detrás de la cabecera de la cama es un toque divertido y audaz. Los espejos ahumados, el porcelanato y la sutil iluminación en el piso son detalles hechos para sentir el lujo, sin perder contexto.
Pero, a fin de cuentas, ¿qué hace que la arquitectura de Cirqa tenga un carácter tan auténtico y único? La inteligencia con la que ha sido trabajado todo su espacio. Para darse cuenta, basta con observar la mezcla de materiales típicos y componentes actuales con un sentido real del equilibrio. El hotel es ecléctico en todo sentido: no solo reúne lo viejo y lo nuevo, lo luminoso y lo oscuro, lo artesanal con lo industrial… tiene un discurso, presenta ideas.
En este punto, la composición y el ritmo son fundamentales. Al combinarlos, ningún elemento debe sobrepasar al otro. Las mezclas pueden ser osadas, pero siempre con sentido. Y así, aun cuando pasamos la noche dentro de un edificio cargado de historia y con tanta riqueza cultural y visual, es posible desconectar de todo y entregarnos sin reservas al completo disfrute.