UN HOTEL DE ENSUEÑO

El paisaje apacible y pintoresco del Lago di Como, a casi una hora de la ciudad de Milán, es una experiencia para enamorarse. En pleno casco histórico de la ciudad que da nombre al lago, un hospedaje tan acogedor como glamuroso aviva esta sensación con su precioso diseño y atención al detalle. 

La palabra “ecléctico” pocas veces cobró tanto sentido. En el centro histórico de la ciudad de Como, a pocos pasos de la Piazza del Duomo y de todos los atractivos turísticos de la zona, se encuentra este tradicional palazzo del siglo XV. Es una de las muchas villas que se ven por aquí, donde todo parece salido de una postal.

Al cruzar el cortile -un monumental patio interno enmarcado por altos muros y arcos-, empieza a construirse una nueva narrativa. Aparece un fresco que data del siglo XVI y luego un segundo patio interior íntimo, pequeño pero exquisito, repleto de vegetación. Todo esto es apenas el anuncio de una experiencia fantástica por comenzar.

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La recepción del Palazzo Albricci Peregrini ya se siente como un hogar. Las vigas expuestas de madera, los muebles minimalistas y neutros, las texturas imperfectas evocan un entorno bucólico, campestre, cálido, que sin embargo tiene destaques de elegancia en el arte y los accesorios.

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Pero luego, todo cambia de nuevo. Rumbo a las habitaciones, se atraviesa una escalera flanqueada por incontables espejos de diversas dimensiones y formas. “El impacto visual es intenso”, menciona la diseñadora y curadora de Casa Soyer, Ana Teresa Vega Soyer. Imposible no deslumbrarse y conmoverse ante esta visión. Por un momento, el viajero se traslada a un cuento de Lewis Carroll, sintiéndose parte de una fantasía.

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Las demás áreas comunes tienen cada una su propia voz, un relato único y auténtico, pero ninguna desentona con lo que hay alrededor. Los mosaicos en el suelo con patrones geométricos y floreados, las paredes con zócalos altos, el tratamiento de papel tipo envejecido en las paredes, los techos prácticamente en estado original… todo habla de un edificio con historia, que honra su pasado, pero se combina magníficamente con elementos contemporáneos, ya sea en los adornos o en los acabados.

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Y como no podía ser de otra forma, las seis habitaciones del Palazzo Albricci Peregrini tienen distintas personalidades. Cada una su propia paleta de color, así como mobiliario adaptado para invitar al descanso, la indulgencia o el romance.  

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El tratamiento de las ventanas merece mención aparte. “Además de las infaltables persianas black out, hacia el interior del ambiente hay una varilla de fierro negro con un tul que permite un ingreso de la luz mucho más gentil. Este volumen que se mete hacia la habitación llama la atención por lo inusual y, al mismo tiempo, lo sencillamente bello que es”, añade Ana Teresa. 

En un mismo cuarto, conviven una confortable chaise longue minimalista junto a un cuadro moderno y una lámpara alta cromada. Las paredes mantienen ese toque de espontaneidad calculada que solo una mano experta puede lograr, y el piso de terrazzo parece un enigma de lo perfecto que es, sin que se vea una sola juntura. A pesar de la mezcla tan compleja, la composición del color se mantiene en completo equilibrio.

 

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HECHO CON AMOR

Faltarían páginas para describir el nivel de detalle tan cuidado que existe en este lugar. Se siente el cariño en cada elemento, además de mucha expertise. Y es que el Palazzo Albricci Peregrini es más que un hotel boutique, una casa familiar. 

La familia Galli, dueña del palazzo, vive en un área del edificio, y ha adaptado el resto para recibir a visitantes de todo el mundo. Maximiliano y Lidia, ingeniero y abogada, son viajeros por convicción, al igual que sus hijos Ester y Carlo, quienes, además, son arquitectos. Esta combinación de identidades tiene como resultado este lugar tan especial, sofisticado y único, en el que se respira elegancia y hospitalidad, rusticidad y vanguardia, pasado y futuro.

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La palabra “ecléctico” es la que mejor lo describe. Pero tampoco es suficiente. Encontrar esos guiños de pan de bronce combinados con accesorios cromados; las paredes de piedra agreste a tono con la delicadeza y finura del menaje; los mosaicos recargados en contraste con el cemento pulido es un absoluto deleite. 

Los materiales son locales, naturales. Los accesorios, una recopilación de objetos obtenidos a lo largo de años de viajes de la familia. No importa en qué espacio del palazzo uno se encuentre; simplemente, se siente bien. Atravesar de salida el cortile y dirigirse a las vistas del lago, en este punto, puede hacer creer que, de pronto, nos convenzamos de que este sueño es realidad.